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viernes, 31 de enero de 2014

70 años del fin del sitio de Leningrado: 872 días de asedio y 1,2 millones de muertos

70 años del fin del sitio de Leningrado: 872 días de asedio y 1,2 millones de muertos

Publicado: 27 ene 2014 | 11:52 GMT Última actualización: 27 ene 2014 | 12:59 GMT
Rusia conmemora este lunes el 70º aniversario del fin del bloqueo de Leningrado. El asedio duró casi 2,5 años y se llevó la vida de más de 1,2 millones de personas, entre víctimas de bombardeos, desnutrición y congelación.
El objetivo de las tropas fascistas era borrar a Leningrado (actualmente, San Petersburgo) de la faz de la tierra: acabar con la cuna de la revolución y el símbolo de la cultura rusa sería una solución perfecta para socavar la resistencia soviética. Había otros factores también: era un puerto marítimo estratégico y alojaba la única fábrica productora de tanques pesados, coches y trenes blindados del mundo. Los comandantes nazis analizaron la posible escalada de la resistencia y decidieron matar a la ciudad de hambre
 

Durante uno de los asedios más largos de la historia de la humanidad, 872 días, la urbe tenía solo una vía de comunicación -y bastante inestable- con el resto del territorio soviético: a través del lago congelado Ládoga, llamado el 'Camino de la Vida'. Pero los cargamentos que lograron transportar por esa vía fueron totalmente insuficientes para abastecer una ciudad con una población de millones de personas. Durante el bloqueo, los ancianos y los niños, como elementos más vulnerables, tenían derecho a 125 gramos de pan al día. En la ciudad prácticamente no había electricidad, ni calefacción y dejó de circular el transporte. Se hicieron frecuentes los casos de canibalismo.

Ser niño no te protegía de los horrores de la guerra, cuenta una de las sobrevivientes del bloqueo, Tatiana Moiséyenko. El asedio empezó cuando solo tenía 7 años de edad. "Cuando hay miedo, uno se hace mayor más rápido, nos convertimos en pequeños ancianos. Los niños nos enfrentamos a los mismos problemas que los adultos", asegura.




"Te daban por libretas unos alimentos, al principio eran bastantes, pero empezaron a bajar y bajar y bajar, hasta caer y llegar a 125 gramos de pan negro. Bueno, se le llamaba pan, pero no era de harina, era una sustancia pastosa, de color negro. Bueno, no parecía pan", cuenta otra sobreviviente del asedio, Nadezhda. Cuando comenzó el sitio tenía 12 años. Desde hace décadas vive en La Habana.
  
"Cuando empezó el invierno, empezó la tragedia... Nosotros vivíamos en la isla Yelaguin y por esa zona pasaba el camino al cementerio, el Cementerio de Serafím. La gente llevaba en los trineos infantiles a sus seres queridos envueltos en frazadas, pero al entrar en el parque Yelagin no les quedaban fuerzas para avanzar y dejaban ahí a los muertos", recuerda Nadezhda. En el asedio de Leningrado murieron más personas de las que perdieron EE.UU. y el Reino Unido juntos a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial. Solo en el cementerio de Serafím fueron enterradas más de 100.000 personas.
  



El Ejército Rojo logró recuperar el control sobre la ciudad rusa de Leningrado asediada por las tropas de la Alemania nazi y sus aliados el 27 de enero de 1944. Con el fin de conmemorar la valentía de los lugareños, la fecha recibió el nombre de Día de la Gloria Bélica de Rusia. Este lunes por el 70 aniversario del fin del asedio, en San Petersburgo ha tenido lugar un desfile militar y se ha abierto un museo al aire libre que expone detalles de la vida cotidiana bajo el cerco.

martes, 7 de enero de 2014

El funesto Imperio Mundial de las Corporaciones


imageLeonardo Boff, Red Digital
Los buenos deseos de un año feliz son rituales. No pasan de ser simples deseos, pues no consiguen cambiar el curso del mundo donde los superpoderosos siguen su estrategia de dominación global. Sobre esto necesitamos pensar y hasta rezar, pues las consecuencias económicas, sociales, culturales, espirituales y para el futuro de la especie y de la naturaleza pueden ser nefastas.
Muchos como Joseph Stiglitz y Paul Krugman esperaban que el legado de la crisis de 2008 sería un gran debate sobre qué tipo de sociedad queremos construir. Se equivocaron de medio a medio. La discusión no se dio. Al contrario, la lógica que provocó la crisis ha sido retomada con más furor. Richard Wilkinson, uno de los mayores especialistas sobre el tema desigualdad, estuvo más atento y dijo hace ya tiempo en una entrevista al periódico Die Zeit de Alemania: "la pregunta fundamental es ésta: ¿queremos o no queremos realmente vivir según el principio de que el más fuerte se apropia de casi todo y el más débil se queda atrás?
Los súper-ricos y súper-poderosos decidieron que quieren vivir según el principio darwinista del más fuerte, y que los mas débiles se aguanten. Pero comenta Wilkinson: «creo que todos tenemos necesidad de mayor cooperación y reciprocidad, pues la personas desean una mayor igualdad social». Este deseo es negado intencionadamente por esos epulones.
Por lo general, la lógica capitalista es feroz: una empresa se come a otra (eufemísticamente se dice que se fusionaron). Cuando se llega a un punto en que sólo quedan algunas grandes, cambian de lógica: en vez de guerrear, hacen entre sí una alianza de lobos y se comportan mutuamente como corderos. Así articuladas detentan más poder, acumulan con más seguridad para sí y para sus accionistas, sin tener en cuenta para nada el bien de la sociedad. La influencia política y económica que ejercen sobre los gobiernos, la mayoría de ellos mucho más débiles que ellas, es extremadamente coercitiva, interfiriendo en el precio de las commodities, en la reducción de las inversiones sociales, en la salud, educación, transporte y seguridad. Los miles de personas que ocupan las calles en el mundo y en Brasil intuyeron esa dominación de un nuevo tipo de imperio, cuyo lema es: «la avaricia es buena» (greed is good) y «devoremos lo que podamos devorar». Hay excelentes estudios sobre la dominación del mundo por parte de las grandes corporaciones multilaterales. Es conocido el de David Korten 'Cuando las corporaciones rigen el mundo' (When the Corporations rule the World). Pero hacía falta un estudio de síntesis, y éste ha sido realizado por la Escuela Politécnica Federal Suiza (ETH), en Zurich, en 2011, que se cuenta entre los más respetados centros de investigación, compitiendo con el MIT.
El documento ha implicado a grandes nombres, es corto, no más de 10 páginas, y otras 26 sobre su metodología, para mostrar la total transparencia de los resultados. Ha sido resumido por el Prof. de economía de la PUC-SP Ladislau Dowbor en su página web (http://dowbor.org). Nos basamos en él.
De entre los 30 millones de corporaciones existentes, el ETH seleccionó 43 mil para estudiar mejor su lógica de funcionamiento. El esquema simplificado se articula así: hay un pequeño núcleo financiero central que tiene dos lados: de un lado están las corporaciones que componen el núcleo y del otro, aquellas que son controladas por él. Tal articulación crea una red de control corporativo global.
Ese pequeño núcleo (core) constituye una súper-entidad (super entity). De él emanan los controles en red, lo que facilita la reducción de los costos, la protección de los riesgos, el aumento de la confianza y, lo que es principal, la definición de las líneas de la economía global que deben ser fortalecidas y dónde.
Ese pequeño núcleo, fundamentalmente de grandes bancos, detenta la mayor parte de las participaciones en las otras corporaciones. La cúpula controla el 80% de toda la red de corporaciones. Son apenas 737 actores, presentes en 147 grandes empresas. Ahí están el Deutsche Bank, el JP Morgan Chase, el UBS, el Santander, el Goldman Sachs, el BNP Paribas (entre otros muchos). Al final menos del 1% de las empresas controla el 40% de toda red.
Este dato nos permite entender ahora la indignación de los Occupies y de otros que acusan al 1% de las empresas de hacer lo que quieren con los recursos procedentes del sudor del 99% de la población. Ellos no trabajan ni producen nada. Solamente hacen más dinero con el dinero lanzado en el mercado de la especulación.
Fue esta absurda voracidad de acumular ilimitadamente la que gestó la crisis sistémica de 2008. Esta lógica profundiza cada vez más la desigualdad y hace más difícil la salida de la crisis. ¿Cuánto de inhumanidad aguanta el estómago de los pueblos? Todo tiene su límite y la economía no lo es todo.
Pero ahora nos es dado ver las entrañas del monstruo. Como dice Dowbor: «La verdad es que hemos ignorado al elefante que está en el centro de la sala». Está rompiendo todo, los cristales, la vajilla y pisoteando a las personas. ¿Pero hasta cuándo?
El sentido ético mundial nos asegura que una sociedad no puede subsistir por mucho tiempo asentada sobre la sobreexplotación, la mentira y la antivida.